En el fondo de la casa de mi papá hay dos
ciruelos. Dan esas ciruelas que se llaman “remolacha”, las que adentro son
también rojas, no amarillas.
La semana pasada mi papá me trajo dos
bolsas con tres kilos de ciruelas y me dijo: “Hacé unas mermeladas”. “Mil kilos
de mermelada”, pensé. Decidí hacer un kilo de mermelada y ver qué hacer con lo
demás.
Y encontré esta torta que me dio la vida. Primero
porque es riquísima. Pero por sobre todas las cosas porque es una de esas recetas
de torta de aceite que necesitaba y no tenía, porque la gente las hace “a ojo”
y no te da la receta… (La gente son mi nonna, mi tía María y mi amiga Marcela,
btw). Estaba en la página de Cocineros Argentinos. Pero la hice muy mía porque modifiqué
varias cosas acorde a lo que tenía en la heladera y siguiendo mi intuición.
Esto salió:
Batir 3 huevos, media taza de aceite y 200
gr de azúcar. Sumar esencia de vainilla y 200 gr de harina leudante. Verter en una
tortera enmantecada y enharinada. Cubrir la superficie con mitades de ciruelas
descarozadas (con la cáscara hacia arriba). Sí, se van a hundir en la cocción
(por eso es “escondida”). Por último, espolvorear con azúcar. Llevar a horno
medio por 30 minutos (vean, mi horno es muy fuerte).
Se me ocurre que se puede hacer con
damascos, bananas, manzanas, peras, pedacitos de dulce de membrillo o batata.
Basta de dar vueltas: encontré mi torta básica y ya soy feliz.
Tuvimos el tupé: por ahora yo. Vengan a
tomar mate porque me la termino!!!
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