Esta receta la encontré en una colección de la revista Para Ti de mi amiga Marcela. Me la
prestó en enero y, con todo el tiempo que tengo de sobra en enero, me tomé el
trabajo de pegar post-its en las recetas que me interesaban y después las
escaneé para que queden en mi computadora. Sí, puedo ser así de metódica. Lo
dije.
En fin, a mí los dips me encantan para las picadas. Primero
porque son ricos y segundo porque evitamos la situación papitas-chizitos-palitos-maníes
que son tan grasosos y tienen tanta sal, aunque sean ricos, obvio.
La cosa es así: hay que asar en el horno dos cebollas
medianas con un hilito de oliva y cortadas en cuartos. También pueden
aprovechar un día de asado y las mandan con cáscara a las brasas un rato. Lo
bueno de este tipo de cocción es que la cebolla pierde toda su acidez y no cae
mal.
Luego, se pasa por la procesadora y se hace un puré al que
se le suman: tres cucharadas de mayonesa, tres cucharadas de queso crema
(recomiendo Finlandia light, pero como quieran), una cucharada de jugo de
limón, un poco de pimienta, sal, orégano, tomillo y una cucharada de salsa
inglesa (si no tienen, háganlo igual, no sean tarambanas).
Yo, antes de hacer el puré, separé las capas de afuera de
las cebollas, que quedan doradas, las piqué y las usé de decoración.
¿No les dan ganas de probarla con otras verduras “asables”?
Calabaza, berenjena, tomate, morrón, zucchini, etc… Voy a hacer el intento y
les cuento.
Tuvimos el tupé: Bet y yo
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